Muchas personas que vienen a dejar de fumar a la clínica nos hacen esta pregunta: ¿por qué me cuesta tanto dejar el tabaco por mi mismo? ¿por qué es tan adictivo?
La respuesta está en la nicotina, que como ya sabréis, es el componente del tabaco que hace que éste sea adictivo, tanto como la heroína o la cocaína. La explicación de que esto sea así tiene dos componentes: uno fisiológico y otro psicosocial.
A nivel físico, lo primero que hay que tener en cuenta es que la nicotina se absorbe muy fácilmente, y que llega al cerebro en tan sólo 7 segundos. Esto quiere decir que los efectos que produce en el cerebro (y que ahora veremos) ocurren rapidamente, y además se mantienen durante unos 30 minutos. En fumadores regulares, los niveles de nicotina aumentan gradualmente durante el día y persisten durante la noche, con lo cual, podríamos decir que un fumador está expuesto a los efectos de la nicotina prácticamente durante las 24 horas del día.
Los principales cambios neuroquímicos que podrían dar cuenta del potencial adictivo de la nicotina son, por un lado la liberación brusca de endorfinas, y por otro la de dopamina. Las endorfinas producen una sensación placentera y de bienestar al fumar un cigarrillo; la posterior disminución de esta sustancia hará que el organismo eche en falta su efecto. La dopamina está relacionada con el efecto reforzante del consumo de cualquier droga en general, y del tabaco en particular, es decir, el aumento de este neurotransmisor cuando se fuma hace que no sólo el hecho de consumir un cigarrillo sea reforzante, sino que además cualquier situación o estado emocional quede asociado a ese poder reforzante.
Otro cambio importante, y que explicaría por qué bajo situaciones de estrés los fumadores aumentan su adicción al tabaco, es que los niveles de nicotina disminuyen con la liberación de cortisol, una hormona cuya segregación aumenta con la aparición del estrés. En esta situación, el fumador necesitaría consumir más tabaco para que los niveles de nicotina aumenten hasta lo que “necesita” su organismo.
En cuanto a los factores psicosociales implicados en el poder adictivo de la nicotina, diferentes situaciones, como una reunión de amigos o un momento de relax, así como diferentes estados emocionales, como el estrés, la tristeza, el aburrimiento, etc. quedan asociados al consumo de tabaco; y puesto que en nuestro día a día, estas circunstancias aparacen incluso en más de una ocasión, el patrón de consumo se repite una y otra vez.
Todo esto enmarcado en un contexto social en el que el tabaco es una droga legal y socialmente “permitida”, en el sentido de que no nos resulta extraño ver a una persona fumar en la calle o en la terraza de un bar, lo cual facilita que la adicción se mantenga de una forma más o menos fácil. La Ley Antitabaco ha conseguido que la influencia de este último factor sea cada vez menor, aunque aún queda camino por recorrer.